Pasamos el desfiladero,
más al llegar a los enormes icebergs,
quedamos todos admirando la gran belleza de ellos,
pues relucían con los rayos del sol que les daba,
parecían grandes resplandores de luces doradas.
Mi esposo nos dijo,
cubrid los ojos, pues hacen de espejos,
y nos podemos quedar atrapados dentro,
y con su voz imperiosa nos hizo bajar nuestras cabezas,
con humildad y respeto, pues en todos estaban las caras,
de los ilusos que miraron sus rostros bellos.
y congelados estaban dentro.
Pasamos así días enteros, andando mirando el suelo,
y al cabo de muchos días, nos dijo, volved la cara,
quiero que veáis por donde hemos pasado.
Volvimos nuestros rostros, y nada era lo que creíamos,
eran los espejos que nuestras almas nos pusieron
para que fuéramos limpios, pues allí habíamos dejado,
todos nuestros velos, todos nuestros andrajos negros.
Vimos una gran luz, un gran amor nos acogía,
y mi esposo nos dijo, nos elevaremos a los cielos,
os enseñaré como vuelan las águilas por el firmamento,
pero yo le dije "Esposo, yo no vuelo, no tengo alas,
nací con piernas y soy humana, y todos aquí lo somos"
más él con una voz que parecía un trueno, nos gritó,
“si digo yo, que se vuela, se vuela, a obedecer todos”
…Y vimos con asombro que desaparecía su imagen,
como quitándose un disfraz, apareciendo su verdadero rostro,
era Mercurio, el dios alado, maestro amado y por siglos venerado…
…Y nos puso los cascos de guerreros, y alitas por todos los lados,
nos sentimos todos muy amados y orgullosos, sobre todo yo,
había encontrado lo que más quería siempre, el divino amor,
y abriéndonos a todos sus brazos, nos acurrucamos en su pecho,
y todos oímos los latidos, de su gran corazón humano y tierno…
FRAN TRO
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