(Anoche solo pude pensar en ti)
Hay algo que nunca
estabas buscando
cuando abrías los ojos
y yo estaba hablando de ti.
Se ha abierto
el anhelo de la lejanía
me punza y me duele.
A caído una hoja que no puede dormir,
derrama palabras que templa
el aire sin alterar su mensaje.
Se ha desmoronado un pliegue
rendido en silencio secreto,
la silueta guardada
en líneas de placer
encontró la cigüeña en la popa.
Próxima a mí, entre límites
avanza hacia la cumbre,
arranca perdida entre las brisas
y se despierta afligida,
sus manos llenas de sombras
me vigilan ancladas sin ancla.
Vivías, entendí
un otoño secado en el puerto
sobre manchas turbias,
bendita plegaria en la sombra.
Camino herido donde se ha hecho
corto el placer.
Mi queja se convierte en hielo,
fabrica alterado el viento
y desnuda el silencio
que se levantó despojado,
y lo retiene en sí
bebiendo su dulzura
entre las maderas
de algún navío
Tu nombre llega cristalizado
en la belleza de otros caminos
a mí cuerpo
ceñido como mejor sabe,
te hallé bajo las grietas
a cada paso.
Acude para escuchar tristes
y extraños juegos
donde la vida no crece,
clavando las agujas de sus pupilas
en los viejos tiempos.
Discurre
¡con qué deleite!
contenta por el azul de hadas,
con aire sencillo
asalta alegres promesas
difundidas por primera vez
en secreto.
Llena su mirada un instrumento solista
agradecida de su inventiva de oído
compone una alegoría
de aquel instante.
Por vida, todo un día.
Sale encumbrada con el regocijo
en las arrugas
de los campos sembrados.
No hay rapidez
invocando el quererte
ausente de tus exilios.
Quedamos unidos retorcida la energía
en cruzados cuerpos alineados
que hacen más grande
tu mirada con rostro paciente.
Vuelan los gritos estilizados
por el césped hasta el fin
(duele tener fecha).
Volvieron dando vueltas
una mañana
desatado un viento impune
en medio del cauce de los ríos.
Los pájaros y yo
por los vientos
bajo el ébano.
Se escucha mientras,
aislados los relojes,
el grito entre poemas,
resina de mi frente
rodeada de rocas,
sin visiones forja ciega
los faroles finales.
Los árboles mojados
se emparejan
y después
lejanos
doloridos.
Manuel Vílchez García de Garss.
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