El amor pende de un hilo y lo que lo hace tan mágico es saber que, tal vez, el desamor está a la vuelta de la esquina. Tierra firme en superficie, pero con fondo movedizo. Y por todo aquello uno se aferra a sus certezas. Haciendo del abrazo un hogar y de los labios el himno de su propia patria mientras dure; o hasta que una revolución se alce en armas de lujuria. Resuenan las trompetas que anuncian el adiós de aquello que era propio, casi siempre acompañadas por la bienvenida de otra alma que, aunque extranjera, termina convirtiéndose en la propia.
Carlos Durás
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