Por las noches no duermo hasta entrada la aurora,
me despiertan mis hijos con sus juegos constantes,
la ropita les pongo entre bromas chocantes,
los acerco a la escuela cuando llega la hora.
Al llegar al colegio una buena señora
les da un trozo de pan, lo devoran radiantes.
La rutina de siempre, los paseos errantes
para hallar un trabajo que la suerte demora.
Posiblemente al diablo yo mi alma vendiera
si consigo un salario aunque pequeño fuera
y vivir dignamente sobre efluvios de paz.
El trabajo más duro es el paro, sin duda,
porque hunde en el lodo si no tienes ayuda
bajo tiempos hirientes de esta crisis mordaz.
Ulpiano Ulpy
domingo, 3 de noviembre de 2013
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