Cuánto más pasa el tiempo
más duras las palabras,
más reacia la puerta de lo hondo,
más escasa la comunicación.
Es posible
que se envejezca pronto,
que rompas el cristal y lo atravieses,
que consumas tu muerte cada tarde.
Es posible,
lo sé,
porque se queda
muy lejos de tu cuarto la alegría,
la alegría si más de ser domingo
y quedarte dormida tras la escuela.
Después todo es distinto.
Vamos en espiral en la jauría
y atrapamos las redes que nos anclan.
Y echamos a correr y patinamos
en el verdín del fondo de la alberca.
Caímos en la trampa. No hay remedio
que cure
sino el amor que engendra y atenúa
la grotesca caída de los dioses.
Mari Carmen Ayala -Los Palacios y Villafranca-
Publicado en la revista Searus
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