Me expulsaron de las honduras,
de la cal viva del desarraigo,
a este paraje dimensionalmente asfaltado
donde habita la escalada de mis silencios
y la termita de la agonía más viva.
Lamidos de indiferencia, hermanados,
tomamos del cucharón de la rutina
como fausto elixir que nos difiere
por bajo de ese caído hombro
que peldañea el éxito nauseabundo
rutilando un palmo sobre las cabezas.
Esta esquizofrénica huida, este rictus
estadístico aglomerándonos, ajándonos,
esta estancia tan repintada y ajena.
MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-
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