Se quiebra el búcaro al caer al suelo,
el vaso, el ánfora, la porcelana,
se fragmenta el cristal de la ventana,
y entre extraños también se rompe el hielo.
Toda fractura implica desconsuelo,
cada objeto cercano nos hermana,
y al irse, en cierto modo, se profana
la confraternidad, quedando el duelo.
Pero cuando una relación termina,
la distancia estaba hecha; y esa ruina
no es, aunque así se llame, una ruptura.
Las rupturas suceden de repente,
pero el amor se muere lentamente,
dejando un largo rastro de amargura.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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