Yo descubrí
el dolor inexplicable
de la ausencia,
hasta de lo injusto que pareció ser Dios
cuando un océano
de llanto lo mantuvieron inmutable.
Y te recuerdo blanco y frágil
acostado en la mesa
en un cofre como de flores,
inmóvil y sediento
oliendo a café
-porque las vecinas no querían
que la muerte te vista con su aroma-
y te adornaron con los granos marrones y amargos
con los que asocio hoy a la tristeza.
Tú, el niño muerto
que me mostraste de niño a la muerte,
que ahora dormís solito y quieto debajo de los sauces
¿me recuerdas?
¿estás muy solo allá?
¿quieres retornar?
Ariel acá el tiempo pasa
y ya perdí al niño
y encontré a este hombre resignado que soy,
acá cambió el paisaje,
la forma de vestirme,
las promesas.
Acá olvidamos,
comemos y dormimos
y andamos en auto bus
y nos miramos apenas
como sobrevivientes de un presagio que nos ronda.
De niños Arielito supimos de la muerte
a ti te tomó por sorpresa
sin poder esconderte,
a mí me dejo marcado
para que la escriba.
Del libro TERRESTRE de GUSTAVO TISOCCO
Publicado en la revista deliteraturayalgomas
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Hace 19 horas
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