para Hugo González
No basta con mirar el vuelo de un ave,
hay que anidar el temple con que agita {sus alas
y aventurarse en la claridad de su {trino.
Hay que saber que si la bandurria {desciende
es porque el tiempo cambiará su {ropaje
y que si las gaviotas graznan con {fuerza
es porque el mar se ha vuelto {generoso.
No basta con sentir el sol cuando {amanece
y recoger las cortinas con desprecio
hay que vibrar con la estampida de {colores
que entrega cada rayo
y agradecer su abrazo con fervor;
encantarse con hechos tan sencillos
como pararse frente a las sábanas {tendidas
mientras juegan y ríen con el sol
y verlas relucir, como las nubes
cuando copulan con el cielo.
Si la luna se asoma detrás del volcán,
no basta con mirarla con el rabillo del {ojo,
se debe arrodillar el alma
y abrir la puerta a los sueños
¡Que vuelen! y la colmen de alabanzas,
y así, cuando ella busque la plenitud {del lago
que no sienta vergüenza de su preñez.
El chacai, de amarillo deslumbrante,
se mece con el viento diseminando {esporas
por sobre los alerces milenarios.
El río va lamiendo las riberas
y el zumbar de la abeja, seductora,
prende el vuelo del pájaro chucao.
Un corazón abierto hace milagros.
La lluvia manifiesta su canto orgullosa
mientras la tierra vierte su fragancia
y no basta con detenerse un minuto,
debemos capturar toda la esencia
que se esparce por el aire.
Somos tan diminutos y precarios
partículas de un mágico universo
que ingenuamente se abre y se {despliega
frente el estigma de nuestra simpleza
Isabel María Farrán León -Chile-
Publicado en La Biblioteca
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