Conocida es la rivalidad de los poetas Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. En este caso enfrentamos a ambos en el tema del amor. Góngora lo trata con pesimismo, del mismo modo que replica al carpe diem de Garcilaso con el soneto que comienza: "Mientras por competir con tu cabello...", pero Quevedo, sin ocultar las dificultades de la vida humana, lo afirma. Estos dos sonetos están escritos en homenaje a los dos grandes poetas de nuestro Siglo de Oro.
A SU REGRESO A CÓRDOBA -1626-, GÓNGORA
SE AFIRMA EN SU DEFINICIÓN DEL AMOR
La dulce boca que a gustar convida (1584) Góngora
Que será boca o dádiva de fresa
goteando su aljófar confidente,
diminuto panal adolescente
que da la miel después de la promesa.
Ciruela en erupción, si no frambuesa
-vencido o roto espino resistente-
o joyero carnal, dulce o mordiente
donde sangra rubíes quien la besa.
Que será boca o gárgola de goces
donde el labio arderá con que lo roces,
espiral de un inmóvil desenfreno.
Pero cuando es la boca árida historia,
ese amor es rastrojo en la memoria
“y sólo del amor queda el veneno”.
DURANTE SUS ÚLTIMOS DÍAS, FRANCISCO DE QUEVEDO MEDITA EN SU SEÑORÍO DE LA TORRE
Pasa la vida, un viejo prisionero
amargado por óxido y cadenas.
Tiene una larga cicatriz de penas
su memoria de hiel y bajo cero.
No habla de amor: se le secó el venero.
No canta: están desiertas sus verbenas.
No desea: no hay sangre ya en sus venas.
No llora: ríe de su desespero.
Es como un monumento de experiencia
para todo el que llega y la visita.
Pero no queda nadie escarmentado.
Que a pesar de que es polvo la existencia
y toda frustración se desgañita,
“polvo será, mas polvo enamorado”.
De Los espejos preferidos de Juan Mena -San Fernando (Cádiz)-
Publicado en la revista Arena y cal 214
No hay comentarios:
Publicar un comentario