Dejé el abrigo de la timidez en la entrada
de tu sensatez, abro la camisa intentando
convencer, te miro con ternura disfrazada
provocando tu calidez, juego con las manos
diciéndote, hoy te quiero entre mis dedos,
te pedí encallada en mi pecho, camino
lentamente resoplando mil versos, de esos
que quitan la ropa sin saber por qué, llego
a tu cintura quemando porque vengo de la
tierra de mis deseos, traigo humo en los
labios anunciando que en mi pensamiento
nunca has sido ausente, no es casualidad
que amanezca humedecido tu vientre, que
tu capricho esté enardecido exigiendo
tenerme, es la obediencia de un amor
rebelde que responde e impone,
desnuda y arropa, vence y derrota.
Quedó tirada la tela que estorba, con la piel
desnuda que encarece abrigo, enciende
y desespera, siente mis caricias cayendo
como brisa sin prisa, pegando duro en tu
cuello erguido, caen sobre tus hombro
desvanecidos a merced de mis fantasías,
con paso de libélula llegan donde tu suspiro
nace, allí en la caverna de remolinos prohibidos,
lugar donde el placer ahoga mi beso y revive
tu grito, amenazaste pidiendo pensarte, aquí
te tengo entre mis venas aflorando, comiendo
de tus boca la brasa que llevas dentro,
arrebatándote el orgasmo que nos debemos,
enloqueciendo en tus olas sensuales y firmes,
retorciéndome en el extraño sentimiento que
disfruto, lamiendo del viento el sabor de tu
vino exquisito, mientras tanto tú, destilas de tu
ombligo la miel que apetezco y sin más... en
puntos suspensivos me abandono en tu sueño,
continúa amor mío que seré tu presa, haz
del verso un eterno tiempo, un amanecer... sin anochecer.
Luis Emilio Tigüilá Robles -Guatemala-
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