La muerte está en el vértice
de cualquier verbo,
nos muestra los dientes
antes de mordernos el cuello.
Sorda al llanto,
indolente a todos los cuadros,
es lengua de múltiples papilas,
catedral de boca ancha,
dispuesta a dar pique de talle y torso.
No quiero sus tragaderas,
no me gustan sus ojos,
anuncian ausencias,
lagunas en el pulso,
espigas en la garganta,
tristeza,
ceniza,
olvido.
Sólo el giro del viento,
Sólo la magia de un poema aún sin escribir
barre el luto de la frente.
Mientras tanto la inercia nos salva.
Consuelo Jiménez
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