sábado, 30 de marzo de 2019

LA CULPA


La culpa es un mordisco envenenado,
la piedra cristalina que se mueve
y arrastra su reguero de dolor
como un hilo de sangre en los riñones
con que anudar, con mano estremecida,
lo que fue a lo que nunca llegó a ser
pero debió haber sido, si fallamos
en la conjugación de cada verbo.
Después lloramos largos, con pesar
sobre cada palabra sin fortuna
-pareciera que son esas palabras
de pronto como un pálpito de sangre,
un golpe de calor en los pulmones
y de ahí a la lengua que se incendia
en el nombre elegido torpemente
si quise decir odio y dije hartura
y quedaron los labios calcinados
en la extensión enferma del azufre-.
La culpa es una forma de la ira,
la hija más violenta del dolor
que arrastra en la elección de cada verbo
el mundo tortuoso de la placa
tectónica y su ardiente recorrido
sobre palabras rojas, hematíes
con que escribo este tiempo en el que estoy
o soy escasamente, pero soy,
si puedo no decir, y sin embargo
no tengo otra condena que querer
la vida con sus uñas, sus perjuicios,
sus faltas y su risa, su temblor,
su cofre refinado en que la culpa
se duerme solitaria y redimida.

Del libo La ausente de María Ángeles Pérez López -Valladolid-
Publicado en Luz Cultural

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