domingo, 13 de agosto de 2017

RUTINARIO


A pesar de los amores rutinarios
la tierra giraba sobre sus ejes
y el futuro se llenaba de preguntas.

Un hombre mendigaba sonrisas
y pedía a los dioses de la victoria
que le alumbraran en su inquietud.

Tras la alegría, cansado murmurando
que era una piedra que rueda,
el hombre, atenazado el corazón,

sabía que, invisible, cotidiano
sería una sombra entre las manecillas
de un reloj que nunca funciona

y un saco de sueños ligeros
que desembocan en el acostumbrado
ir y venir de los días que pasan.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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