jueves, 24 de agosto de 2017

EN LA HOGUERA


Le dieron una guitarra y le pidieron que tocara.
Sus dedos después de más de diez años habían perdido la agilidad y pulsar bien las cuerdas sería imposible, desafinaría. Rechazó la guitarra mostrando sus agarrotados dedos. Insistieron. Tenía que tocar. No aceptaban su negativa. Le daban una hora para prepararse. Terminado el plazo esperaban escuchar su interpretación. Si no lo hacía golpearían sus dedos para que nunca volviera a usarlos.
Si no tocaba ahora y seguía viviendo no tocaría nunca más ningún objeto. Pero tocar no le garantizaba la vida. En cualquier momento aquellos salvajes podían matarlo a golpes o de un disparo en la cabeza. Dudaba. No es que le importara mucho la vida pero tocar era todo para él. Sin tocar se marchitaría como una flor.
Respondió afirmativamente a la propuesta de sus carceleros. Tocaría la noche de San Juan, junto a la hoguera, mientras ardían los libros requisados que hablaban de igualdad y libertad.
Ya ardían los primeros volúmenes cuando empezó a tocar las cuerdas. Sonaban tristes. Eran un llanto fúnebre, el último llanto. Nadie pudo evitar que el tocaor y la guitarra ardieran aquella noche, en la hoguera, junto a los libros que hablaban de igualdad y libertad.

JOSÉ LUIS RUBIO 

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