"Luces que parpadean,
sombras en añil,
el sol tras la ladera,
el ocaso al día pone fin.
Se alargan las figuras,
de arboles y farolas,
la tarde muere a solas,
la alcoba parece gemir.
Buhardilla de mil dibujos,
con balconada al Guadalquivir.
La silueta del río observa,
reflejo de luces en su morir.
Se recortan las viejas sombras,
de edificios y sus historias.
La mirada es memoria,
de un danzar y su vivir.
Que es leyenda la que cavila,
versos los que quieren fluir.
Perlados brillos los de su rostro,
quebrada mueca de su sentir.
El frío aire golpea,
confundiendo el temblor.
Tímida la luna galantea,
en mil trozos que el agua tendió.
Astros se deslizan en la mirada,
cascadas de estrellas sin rubor.
Gotear de perlas en la baranda,
agua, río y de la corriente, el rumor.
Que los días fueron bellos,
que las noches eran amor,
que los suspiros aguaceros,
y los besos manar de pasión.
Que empaparon sus pieles destellos,
abrazos de una misma canción.
Labios que a labios mordieron,
y aquellos dedos, que rompían pudor.
Las rodillas apenas resisten,
los brazos afianzan dolor.
La sonrisa es curva triste,
la noche, pensar de a dos.
Buhardilla de mil dibujos,
con balconada al Guadalquivir.
La habitación vacía insiste,
la silueta espera, su nuevo existir.
Arde la vieja vela,
sombrea con su temblar.
Doradas sábanas de silencio,
que ya no marcan su respirar.
Marcha la pena río abajo,
el agua en su corriente la mecerá.
Y aquella silueta que su pasar observa,
es alma vieja, que abandona la ciudad."
Del libro Sueños y otras intermitencias de
Emilio Juan Gilabert Fernandez
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