sábado, 12 de agosto de 2017

ROSAS NEGRAS


El rayo de luz, que penetraba a través de la rendija, era la escasa iluminación que me recordaba que el día se regia por horas. Cuando llegase al rincón donde se encontraba el retrete, único elemento de aquel sótano junto con los colchones apilados en el suelo, en ese momento, en punto, entraría la mujer que nos obligaba escasamente a comer así como a adecuarnos como fulanas. Ni siquiera el
nauseabundo olor de aquel lugar me producía náuseas. Solo sentía
realmente repugnancia por aquellos hombres con los que nos obligaban a yacer. El olor hediondo de sus defecaciones sobre mi cuerpo, seguidamente de sus risas y humillaciones, era lo que me producía realmente arcadas.
El rayo de luz hacía que pudiera ver el número y la rosa negra tatuada en mi muñeca, que me recordaba que tenía un dueño.

Carmen Grimaldi C de V
Participante en el VI Certamen Microrrelatos Libres Memorial Isabel Muñoz

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