Consumado el placer, un nerviosismo
sutil y doloroso me espolea,
y la carne invencida se recrea
en ese breve vértigo de abismo.
La acendrada ignición del erotismo
pone sobre mis párpados su hiblea;
y en mis ojos cerrados se pasea
la roja caravana del sadismo.
Entonces ella, de mi ardor triunfante,
rompiendo la estrechez de aquel connubio,
salta del lecho con andar de loba.
Eva, la vi, bajo el reflejo rubio,
blanca y desnuda: parecía un gigante
lirio que deambulaba por la alcoba.
Regino E. Boti -Cuba-
Publicado en Carta Lírica
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