martes, 21 de febrero de 2017

LO INCORPÓREO Y EVIDENTE [DEL CADÁVER DE UN PIANO]


I

Callada mi locura. Nunca fui feliz, nunca zambra
Imantado el infinito me ciega: un ruido desde
el carro detenido en aguas aéreas es mi tumba
Ni vago dios americano, ni color sujeto al polvo
Mala hierba fui, madera fina de nave que náufraga
de báscula con trampa, de lengua extranjera
asombro fértil y el corazón que tuve
capaz de tiempo y paria, capaz de luz y charco
piel de mármol, piel, reversa a las estrellas

Canciones foráneas, estos partos mortíferos
Un verde espíritu, pintalabios, dos tacones altos
alzaban del piso los desperdicios de mi alma;
Blanca nieve, un bikini rayado, lentes de sol
la lengua o la vida entre dos murallas en llamas
Arriaba la incertidumbre sus invisibles banderas

Hacé maletas, andate rápido me dijo el mediodía
Huí de hado y hojarasca; de olvidos e historias
Callado entero mi rostro: la materia, la imagen
marea de cosas que fueron, de formas trabajadas
desde el inmenso sonido y victoria de la muerte

Me veo: un animal chapoteando en las piedras
Viví ríos negros, viví matanza, viví extraviarme
Ser otra ¿qué era?; estar satisfecha ¿qué fue?
Moldea la materia de la alegría y chilla de horror
algún polvo profundo, alguna inmaculada entraña
en el lodo del patio, sobre ornamentos metálicos

Y la noche abierta y el mundo impropio fueron
aquella media luz somnolienta donde tras una
vulnerable cultura del habla, silencio mediante
se reconocieron cara a cara todos mis hombres:
perpetuos, ausentes y fugitivos

WINGSTON GONZÁLEZ -Guatemala-
Publicado en Gaceta Virtual 120

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