El viento de mi alma y tu alma es llamado eternidad.
Progresa en la arena noble como en el mundo divino.
La inspiración es producto del cabal acercamiento,
no harás lo mismo que yo, como yo no haré el trabajo
que a ti te toque emprender.
Pero juntos si podemos ayudarnos, buen amigo...
Cuando me veas temblando en error inadvertido,
pon tu mano en mi costado, pon tus ojos en mi mente.
Sin palabras es mejor, el gesto es el fiel aliento
de aquel que bebe en el aire ese veneno sagrado
que perfuma la hermandad.
En el arte puse el alma una mañana de abril,
cuando jazmines brotaban en mi vida, que era infierno.
El jade, oro y diamante que fluía por mi frente,
trenzaba en la arena opaca un reflejo de alhelí.
Y al desprenderme de todo lo pasajero y perverso,
mi cuerpo guerra mantuvo con el gran contravalor,
que pretendía colarse por los rincones de piel
inundando mis sentidos y hasta mi pecho también.
Pero estabas a mi lado... Aunque lejano, presente,
de pie, solicito, atento, nadando entre la justicia
y el cumplimiento obediente a las leyes que de humanos
son reflejos de una historia incomprendida y valiente.
Serena contemplo el mundo con el rostro de esperanza.
Supe que en tierra baldía no se plantan los rosales,
y que las palabras sabias no las entienden las gentes
que persiguen exterminio en corazones de piedras.
Hilvano en punto de dicha aquella paz tan amada
y voy trenzando en las almas todo el amor que me ampara.
Desde el ábside central que conforma el universo,
poemas con alas tengo, poemas con alas doy.
Clepsidra de agua fluyente que corre y vuela hasta el orbe
de toda mente despierta y hambrienta de luz de luna.
Si en desventura te hallara el verso de ésta mi boca,
profundiza en tu interior, que valores no te faltan
para emprender la batalla que a mí me costó la muerte.
¡Bendita sea esta muerte despojada de ancestrales
costumbres que se hacen polvo matando todo tu entorno!
Mi plegaria para ti, que nadas en la indecencia,
será regalo de dioses, o veneno impenitente.
En grito de libertad, sin fijarme en mil defectos que pudieran poseerme,
con la espada del amor y el escudo justiciero,
con armadura de plata y al compás de poesía,
libro mi guerra y la tuya si permites que te auxilie.
Que no hay amigo mejor que aquel que tiende mil puentes
sin esperar recompensas...Solo adicto al verbo amar.
Carmen Azparren Caballero
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