Los gatos son como el zorro de "El Principito", te observan, te hablan con la mirada, con sus movimientos gatunos prueban una y otra vez tu fuerza de voluntad, tu irreal sentimiento de superioridad.
Si se quedan a tu lado no es porque tú hayas logrado algo, es porque él, ella...te domesticó.
Por eso cuando aquel gato entró por la ventana que dejé descuidadamente abierta por la noche y me esperaba en la cocina con maullidos de fingido aprecio, lo saqué de una patada y luego me fui al trabajo como si nada.
Mala idea no haberlo matado al tiro, no haberlo echado por el incinerador de basura…porque ahí estaba, por la noche esperándome. Finalmente me rendí y me dejé seducir por sus ronroneos de Judas.
Sus idas y venidas, sobre todo en agosto, me cansaron pronto. Una noche lo atrapé en una jaula, empresa que no fue fácil, y lo llevé la mañana siguiente al veterinario para castrarlo…Mala idea. Si dar señales de cambio alguno en su carácter, se acostó a los pies de la cama. Tomé mi somnífero y apagué la luz. Soñé con gatos negros que rodeaban mi cama, con un gato líder que se subía sobre
mi pecho y me arañaba…quería despertar pero no podía. La pesadilla creció y creció en angustia. Los gatos me arañaban, maullaban enloquecidos a mí alrededor. Y el gato líder no me dejaba mover. Gatos y más gatos penetraban por las ventanas, las puertas, caían del techo. El gato líder me miraba con una ira terrible…
¡Tenía que despertar!
El grito atrajo a los vecinos. Traté de incorporarme pero el dolor me lo impedía…Los vecinos, a medio vestir,derribaron la puerta, gritaban, llamaban a medio mundo… No entendía la sangre en mi cama, sólo lograba tratar de entender que había sucedido.
Me llevaron al hospital más cercano mientras el gato, en un rincón aún oscuro de mi habitación, degustaba, imperturbable, los últimos restos de mis testículos.
Alfredo Ojeda Torres (Chile)
Publicado en la revista digital Minatura 154
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