martes, 28 de febrero de 2017

LOS SUEÑOS DE CARMELO


Carmelo se jugó la Biblia al monte
porque ya no tenía con qué apostar
y la perdió.
<<¡Que Dios lo perdone!>>
exclamaban las maestras
en la vieja Escuela Nro. 45
y Carmelo juró que mañana
volvería a jugar con dos Biblias
y lo echaron
porque pensaron que ya
no lo podrían corregir
ni lo intentaron.

Carmelo creció y se hizo grande
y quiso ser actor dramático.
Nos lo dijo un día
que apareció en el barrio
con un libro de Laferrere debajo del brazo,
y arrodillándose en medio de la vereda
nos interpretó (con verdadera pasión)
un fragmento de una obra de Shakespeare,
y nosotros lo aplaudimos
porque la madre estaba contenta con su hijo
y lo miraba desde la platea de su puerta.
¡Carmelo como los grandes actores
quería morir sobre un escenario!

Carmelo un día se compró un carro,
un caballo viejo y consiguió un perro flaco
que lo seguía a muerte.
(Los vecinos miraron con desconfianza
cada uno de sus pasos esta vez),
Carmelo se cuidaba la garganta
-porque ahora cantaba-,
mientras tanto para vivir era botellero,
un trabajo como cualquier otro
y juntaba botellas
compraba vestidos rotos
y cubiertas de autos
ya descartadas
y los domingos descansaba el caballo
y el perro.
Carmelo era feliz
porque lo que ignoraban los vecinos
es que este era un medio
que le permitía con el tiempo
alcanzar su verdadero sueño de cantor.

Del libro "El canto del Gallo Rojo" de Carlos Kuraiem -Argentina-
Publicado en Estación Quilmes




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