martes, 29 de marzo de 2016

COMO SERPIENTES CIEGAS


Habla
Gamaliel

Ése, que algunos llaman Nazareno...
Aquél de Galilea,
el que se dice: linaje intransferible de David y la mujer de Hurías,
que encendiera con esperma de lunas implacables la hechizada pared de sus matrices;
pasa a mi lado,
la mirada dura
ignorando mi rostro fariseo,
hablando de la ley, de los escribas, de tanta hipocresía insostenible.
Su voz expulsa las doradas voces encapsuladas en las filacterias donde algunos doctores o maestros o peritos en verbos substanciales
guardan la vanidad de sus epígrafes
y salmodian sus lentos balbuceos por apremiar laureles accesorios
y racimos de elogios cotidianos para la fatuidad de sus perfiles.
No hay diáfanas texturas para sabios,
son solamente ornados atavíos posados sobre abyectos pedestales que carcomen mil grietas invisibles.
Y es preciso calzarse los sayales más modestos, humildes, olvidados,
inhabitar falaces arrecifes,
renunciar a notorios privilegios, reputación, saludos, alabanzas, hojas triunfales en la frente insigne.
No es el largo apropiado de los flecos quien determina el crecimiento pleno.
Por eso es que hormiguean los engaños, consejeros apócrifos, cinismos,
demagogias trazadas a medida de tanta falsedad irrepetible.
Él no sabe de zarpas en la noche acechando las cepas de geranios,
de enemigos con sangre de reptiles.
No sabe que a su espalda,
la arrogancia
suscribe,
entre las sombras absolutas,
alianzas de monedas impasibles,
que huelen a malicia los relojes
y a miedo las centurias de colmillos
y no hay rituales mágicos,
ni jueces que intenten absolver su cuerpo enjuto de una condena de hondas cicatrices.

Del libro Crónica de las huellas de NORMA SEGADES -Argentina-
Publicado en Editorial Alebrijes

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