Se ve llover por pupilas de cristal,
el granizo golpea las retinas.
El viento pestañas hace volar,
entre el ramaje de lluvia vertida.
El rostro se cuartea al caminar.
La inclemencia cuerpos castiga.
Sin que podamos ver y así vislumbrar,
la claridad que se haya escondida.
Nos llueve trozos de duro cristal,
como lágrimas que no se marchitan.
Dado que el pozo en el que están,
es el mismo, que en todos se recicla.
Con las moléculas que hacen al sumar,
algo que al dividirse, ilumina.
Con matemáticas de un multiplicar,
que no controlamos, ni por encima.
Ricardo Campos Urbaneja.
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