He dejado ya de poder verte: a contraluz, bañada en ámbar, el pelo recogido, una taza en la mano, tan empeñada en volverte recuerdo.
Tu sexo todavía es una flor caliente, un animal oscuro, la única forma de esquivar el dolor de las cosas del mundo: para mí un par de manos blandas, pálidas, que salvan, que sanan, y tú detrás de todo, como una luz que aguarda. Pero moribunda.
Cuando las cosas cambien serás para mí si aún quiero que lo seas: y ya no habrá manera de que te me escapes, recules, te pierdas. Tu desamor es una excusa apenas, una escapada a ciegas, responde sólo a cierta urgencia estúpida tan parecida al miedo que da lástima.
Estoy cansado y harto de tanta cordura, de tus cosas bien hechas, quiero que te revuelvas, que enfermes de mí, que te muerda mi aliento en la distancia y sepas, como se sabe el hambre, que no va a ser tan fácil desprenderte...
Vas a rondarme todavía un tiempo: apenas entrevista, ninfa espía, oculta entre las flores de tu primavera, tan hecha de papel, tan poblada de sueños, y cambiarás tu nombre con las estaciones, y ensancharás aún más y más el cerco entre nosotros, intercalando letras, canciones, hechizos: no importa, para ti guardo paisajes en mi pecho, jardines amplios, densos, donde no cabe la mentira y amar es sólo amar y no se encuentran zanjas ni fronteras ni obligaciones torpes tan llenas de pretextos que te dejan frío, triste, muerto.
Sigue viviendo a costa del amor. Ponte a salvo, mujer, entierra la cabeza en la almohada, prepara dos o tres platos calientes para quien lo agradezca, rodéate de tiempo muerto, déjate ser sólo en la pausa antes del sueño. Con suerte aún puedes asomarte a la ventana, observar cómo la vida se desliza, te deja atrás, convertida en un fondo sin figura, resto de lo que fue, niebla, fantasma.
Carlos Bonino
No hay comentarios:
Publicar un comentario