EL MÁS CRUEL INVIERNO

De aquel día recuerdo sus segundos, minutos y horas
por lo tortuoso que sería, mientras yo ajeno al presagio
me entregue a su marcha

Una pala en mi mano, unas botas hasta la rodilla y un atuendo, que mas que ropa parecía un oso doméstico

Me tocaba como siempre
recorrer una gran distancia desde la casa hasta el establo de Don Gabriel, en busca de la leche de mis hermanitos: Trivi y Laurita

A diario hacía el recorrido
Y a pesar que era un trayecto largo, ya estaba impuesto, solo había una salvedad que me mortificaba que era el primer día de invierno al que me enfrentaba, luego de un tortuoso verano y un fresco otoño

A las 5:30 de la madrugada llegué al establo y a pesar, de los ataques del invierno en el trayecto, fueron olvidados por la sorpresa llevada por aquellos ojitos de miel y carita de ángel, que me encontré, cosa nunca antes sucedida.

Nervioso yo y pálida ella tartamudeé y pregunté como se llamaba: Melinda, soy nieta de papá Gabo el dueño de esta hacienda, bajé la cabeza y quise dar por terminada la conversación apenas comenzada, un segundo me bastó, para entender que debía olvidar, hubiese dado cualquier cosa por que aquellos ojitos descendieran de algún obrero humilde del pueblo

¿y tú cómo te llamas?

Me llaman pa...
...Pablo le llaman, es el mayor de los hijos del zapatero del pueblo, interrumpió: Don Gabriel
Mientras ella bajó la cabeza
dio un giro y se metió a la casa

Fue el último día que fui al establo y último día que volví a verla, me fui del pueblo y sí señora soy yo aquel jovencito a quien usted le negó la oportunidad de conocerla, soy Pablo hijo del zapatero, dueño de todas las tiendas de calzados Muggers, en la cual usted solicita un empleo de administración, y tengo para decirle que el puesto es suyo
A usted le debo todo esto, pues, de aquel día en el establo hasta hoy, fue su rechazo mi más fuerte inspiración.....

Queda usted contratada..
Pase donde mi esposa a recursos humanos....

Todo pasa por algo, existen fuerzas universales que conspiran a favor de los que sufren y anhelan llegar...

Armando Martin Vasquez Bencosme