Aleteo de arcángel, resonante,
dramático redoble de tambores,
gala poética de trovadores,
metódico avanzar de caminante.
Todos llevan su ritmo palpitante,
y a su compás se mueven, cazadores
de sueños o quimeras, forjadores
de su propia armonía electrizante.
Vibra al ritmo interior que de ti brota,
personal eufonía; la remota,
que otros te hacen llegar, no es suficiente.
Pues nadie hace tu andar, ni tu vereda,
sino tú mismo, y sólo en ti se hospeda
la auténtica canción que no te miente.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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