Me acorrala frenética jauría
de apremiantes impulsos que, cautivos,
mantuve, más o menos inactivos,
en incesante lucha, día a día.
Hijos, en parte, de mi anatomía,
se me sublevan, perros agresivos
que se aprestan a huir por los cultivos
de lujuriantes frutos. Mi energía,
tras años de tensión, de forcejeo,
ha ido disminuyendo, y no poseo
fuerza ni convicción para luchar.
Me siento, en cierto modo, adolescente,
y quebrando el portón del subconsciente,
recobraré la libertad de amar.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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