Piel y pelambre destellan rojos sobre un negro insondable. Los cascos van mancillando la trama, la capa remolinea entre espirales y columnas congeladas; grumos de violeta invisible se derraman, vientos quietos enlazan el azaroso bordado. El jinete sin tiempo viene del lugar donde la luz se curva, allí donde quedó la mole tachonada de impactos. No hay mapa de sus yerros: sus disparos han sido tan certeros que la soberbia se repliega ante lo fácil. Rienda y arma, humildes, honraron su maestría.
El artífice ha conjurado la obra y solo falta recoger el grito. Entonces, desde el anca tensa el arco y vuela la última saeta, la que inicia el juego.
MÓNICA ORTELLI
Publicado en el blog nivaranicuchillo
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Hace 3 horas
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