Ella en la cocina coge un puñado de sal y se dirige al balcón. En el trayecto algunos granos escapan de sus dedos sin definir un rastro. Aún así el gato, al que a falta de leche se le ha dado de la condensada, descubre los granos y los lame hasta los pies de ella en un intento demencial de compensar tanto dulzor ingerido. Sobre él y la vecina a la que trata de seducir en la calle cuatro pisos más abajo, termina por caer la sal del puñado y la de una lágrima, que es del gato.
Del libro Bla, bla, bla, bla, bla sobre el amor de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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