Ella lo observa a él, que insiste en hablarle sobre una caminata y unas urracas que lo persiguieron. En continuar hablándole para ganar tiempo mientras busca nuevos argumentos para retenerla. Él le destroza el corazón: se esfuerza en resultar interesante, pero la cicatriz de su rostro y la inseguridad que le provoca marcan sus empeños. A ella no le importa tanto la cicatriz, que va de arriba abajo en línea curva. Sí las otras cicatrices: la inseguridad, la torpeza, los complejos soterrados que aflorarán. “Debo irme, por mis hijos”, explica ella antes de encaminarse al piso que comparte con la soledad. Él piensa: Está más sola que yo, y ni aún así…
Del libro Bla, bla, bla, bla, bla sobre el amor de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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