El león que ella ha domesticado debe estar debajo de la alfombra no obstante lo lisa de su superficie. Debe estar porque una de sus zarpas asoma. Él rompe la botella de ron y hunde el cristal más grande en la zarpa. El rugido lo hace retroceder, tambalearse. Y la alfombra vuelve a verse como de costumbre: Tan lisa y sin zarpa visible. Desaparece el cristal ensangrentado. Ella lo va recogiendo y ocultando todo. También a él.
Del libro Bla, bla, bla, bla, bla sobre el amor de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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