lunes, 22 de junio de 2020

HE PASADO MUCHO MIEDO


He pasado mucho miedo esta noche con las secuelas del Diazepán, que mi médico me recetó para poder dormir cuando le dije que de día yo daba más cabezadas que un bebé harto de teta (¡quién pudiera!, yo creo que actualmente no me hartaría) y de noche pasaba las horas con los ojos como girasoles (es que decir como soles ya está muy visto). Y me recetó el Diazepán.
Me tomé la pastilla media hora antes de irme a la cama y me quedé frito enseguida, pero ¡hostias, mejor hubiera sido permanecer despierto!
La luna llena sonreía en el cielo cuando, harto de sudar en la cama, salí a la calle a sentarme en un banco de la plaza a disfrutar del aire fresco que traía la brisa del mar. Me sentí orgulloso al ver mi imagen en las fachadas de los edificios, señal de que mis obras literarias comenzaban a ser conocidas.
De pronto escuché un ¡Shiiit!, y me volví a ver quién me llamaba. Me hacía señas con un cigarrillo en la mano un muerto sentado en un banco de madera
—¿Tienes fuego? —me preguntó
Yo sentí un líquido caliente bajarme por las piernas y sin perder tiempo salí corriendo para mi casa, dejando al esqueleto con el cigarrillo en la mano y retorciendo los huesos para mirarme.
Entré por la ventana porque la puerta estaba abierta, atranqué la luz y apagué la puerta; acosté la ropa y me colgué en el galán. Desde él alargué la mano y toqué los pies de mi mujer. Este es el derecho, este el izquierdo, y… ¡Coño, que hay dos más! Vuelvo a contar otra vez: uno, dos, tres y… ¡Cuatro!
—¡CAGOENTÓ, AQUÍ HAY CUATRO PIES!
—¿Ya vienes borracho otra vez, mamón?
—Borracho no, que aquí hay cuatro pies
De pronto una voz varonil, como la Leonard Cohen, inquiere:
—Bueno, hay cuatro pies, ¿y qué?, ¿pasa algo?
—No, nada, hombre; pero esta mujer siempre quiere llevar la razón.
Y va la aludida y se levanta, me coge por los huevos, me arrastra hasta la puerta y, de un empujón, me tira a la calle. Es entonces que siento que me lamen las nalgas y me despierto y me veo desnudo en el suelo tendido al lado de la cama y a mi perro lamiéndome. ¡Uf, qué susto ¡Le van a dar por culo a las pastillas que me ha recetado el médico de cabecera, y a él también, que por cierto: es la cabecera lo que le sobra al estúpido ese.

JUAN PAN GARCÍA -Puerto Santa María-

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