martes, 1 de agosto de 2017

LAS LLAVES


Lo estaban esperando. Lo rodearon. Intentó escaparse del cerco. Una zancadilla lo derribó al suelo. Lo desnudaron. Registraron su ropa. Encontraron un fajo de billetes, tres cartas, dos pañuelos de colores, un llavero con cinco llaves, un móvil y una baraja española. Metieron todo en una bolsa y se marcharon a toda carrera dejando al chico totalmente desnudo tendido en el suelo.
A unos cien metros tenían un coche. Se montaron en él y se alejaron a cien por horas. Cambiaron tres veces de dirección. A unos cincuenta kilómetros encontraron la casa. Un camino de tierra llevaba a ella. Una vez en la casa sacaron los objetos robados de la bolsa. Se repartieron el fajo de billetes. Rompieron las tres cartas. Se limpiaron los mocos con los pañuelos de colores y los arrojaron a la basura. Estudiaron las cinco llaves: de la casa, de la moto, del buzón, pero las otras dos no estaban seguros que abrían. Pensaban que eran las que buscaban. En el móvil estarían los datos de que abrían las dos llaves restantes. Encendieron el teléfono pero para tener acceso al interior hacía falta una clave. Ninguno la conocía. Probarían varias palabras. Tal vez hubiera suerte. No acertaron. Decidieron ver la baraja. Una de las cartas estaba marcada: el rey de oro. ¿Sería esa la clave del móvil? Probaron. En la pantalla aparecieron varios archivos. Bajo uno estaba escrito: llaves.
Abrieron el archivo. Una de las llaves abría una caja donde se guardaba un cuaderno con las claves de todas las cuentas de la Organización. La otra abría la caja fuerte donde se guardaban diez millones de euros.
Tres días después un cazador encontró tres cadáveres en la casa.

JOSÉ LUIS RUBIO 

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