Eran sus oídos
con una gracia maravillosa
en la constitución del pabellón de sus orejas
podía no oír lo que le hablaban
pero igualmente comprendía
sabían todos que en las mañanas
soñolienta
paseaba su alma entre las hierbas de un jardín cercano
no entre las plantas más bellas
más bien entre aquellas que mostraban cierta sequedad
formando racimos con ellas
armaba conjuntos armoniosos
y los llevaba ahí donde las plantas eran más frescas
¿trataba tal vez de revivirlas?
sus ojos extasiados se quedaban contemplando su obra
¿era su amor a dar vida?
la calma en su desplazarse
la corriente que se sentía provenir de su cuerpo
era un cuadro de amor
pero nadie se atrevía a preguntarle
cuantos se acercaron con esa intención
sentían de inmediato el tono de su respuesta
en la tenue sonrisa que irradiaba
¿cómo hacerle alguna pregunta?
era su boca una acaricia al corazón
misterio al que nadie se atrevió a indagar
suficiente era mirarla
con su ramo de hierbas secas
con su sonrisa esperando dar vida
al corazón de las plantas
Gonzalo Suárez
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