viernes, 18 de agosto de 2017

CÓLICO NEFRÍTICO


Un fuerte dolor en el abdomen me despertó a las cuatro de la madrugada. Era de una intensidad desconocida para mí. Creí que eran gases. Intenté expulsarlos pero el dolor no cedió. Empecé a andar para ver si cedía la intensidad del dolor pero no cesó. Tuve algunas arcadas pero no conseguí que nada saliera de mi estómago. El dolor seguía igual y andar me resultaba doloroso pero sentado tampoco me aliviaba. Sudando decidí acudir a urgencia esperando que allí me dieran un calmante. El camino hasta el centro hospitalario lo pasé en un puro gemido bañado en sudor. Habían pasado dos largas horas y el dolor seguía maltratando mi abdomen. En urgencias tras una exploración manual me recetó una inyección. Fue inútil no me hizo ningún efecto. Visto lo visto y que daba pena oír mis gemidos entrecortados decidió ingresarme para ver si podían controlar y eliminar el fuerte dolor de mi abdomen.
No fue una lucha fácil ni corta. Ecografía, vía (tres enfermeras sudaron para encontrarme una vena que se dejara penetrar) y varios calmantes (seis horas) consiguieron acabar con el dolor. Llegaron la calma, un montón de calmantes, ayuno total y un aburrimiento intenso. Los tres días siguientes fueron iguales. Las horas parecían no pasar aunque desayuné, almorcé, merendé, cené y dormí intermitentemente porque puntualmente me cambiaban el gotero o me traían el calmante correspondiente.

JOSÉ LUIS RUBIO

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