Asediado por fantasías ciertas,
invoco a los dioses de la impaciencia,
de ajados torsos desnudos
y en los que no creo,
y les imploro
para que de un mal viento,
transformen la congoja de los días
y del sinsentido,
en el respirar cadencioso
de la calma, del amor y de la rutina.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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