Y me convencí de serlo,
más con mis versos destroce la noche.
Con las rimas atravesó los infinitos
y entre pleonasmo mutiló la luna.
Me llamaron poeta y aproveché,
la locura para dibujar elefantes con alas,
plasmar cuentos de ficción.
Y entre mis versos, desnudé mi alma,
imaginé arcoiris, mariposas de oro,
pero sobre todo descartó mi corazón
la ternura de un amor que jamás llegó.
Me llamaron poeta, pero nunca
se imaginaron, que sólo era un loco
divagando, en las brumas de la cordura;
pervirtiendo la inocencia en la indecencia.
¡Y aún así me llamarían poeta!
Que cruel fue mi destino...
Era silencio, era nada, solo una mente,
sin sentido envuelta entre acertijos,
en el torbellino del tiempo, muriendo,
cada segundo en cada verso, en cada ciento.
Cruel fui con mis versos, pervertido,
confuso, alegórico, inverosímil,
pero sobretodo infiel a la verdad.
Y me llamarían poeta, en el tiempo
los segundos del reloj de arena, eternos siglos
de soledad... y murió el poeta en la saga
del olvido. Y así se volvió eterno su peregrino
verso, que fue cruel, otras tierno y subrreal.
¡Murió!
¿Quién?
¿Su alma poética?
Se desvaneció como fantasma
en el renglón cruel de una hoja en blanco.
Ya murió abrazando fantasmas en el ocaso
de sus inviernos. Imaginando senderos
de ríos secos en piedras negras.
Alma Leticia Salinas -Mexico/USA-
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