Lo solté un instante y no vi a su alrededor, estaba plagado de fieras hambrientas.
El sin frivolidad ni malicia, les dio sonrisas, las féminas hambrientas
de deseos y alimento.
¡Saltaron a la carne sin miramiento!
El tan frágil, con mirada limpia, les extendió sus brazos, las sintió tan suave y sucumbió a lo deseable.
¡¡Dios mío!!
Las féminas devoraban la carne, frívolas y sin clemencia, saciaron su deseos carnales y hambre.
ANDREA MARTÍNEZ
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