Los márgenes se llenaban de espectadores
y yo solo llevaba una carretilla gris entre las manos.
Los espectadores miraban con ojos como dedos
y yo solo sabía que tenía que resistir mis impulsos.
Los ociosos eran como gotas de lluvia en una pared
y yo solo cambié la carretilla por un vaso de whisqui.
Después de un vaso y otro y otro
me camuflé entre los aplausos y las miradas
y recorrí los últimos cien mil millones de kilómetros
de mi existencia
pensando en que por poco
por poco
fui yo mismo, sin mis circunstancias.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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