sábado, 18 de febrero de 2017

EL PEZ ROJIZO


Se sentó al borde del acantilado. Hacía calor. Debajo el mar lucía hermoso. El sol estaba a punto de darse su diaria zambullida. Cogió la cámara y fotografió el momento. Después dejó vagar su pensamiento entre las olas. Mañana llevaría la foto al lienzo. Sería un cuadro lleno de vida, de color.
Desde que vivía en esta ciudad su pintura cambió. Antes la oscuridad dominaba sus cuadros. Ahora el color lo dominaba todo haciéndole olvidar su gris pasado.
Al ver de nuevo la foto observó algo que al tomarla no advirtió. Amplió la foto. Era un pez rojizo, de una belleza increíble.
Empezó a pintar frenéticamente. El cuadro iba tomando forma pero el pez se resistía. No deseaba ser pintado. Hizo varios intentos sin éxito. Decidió descansar y continuar al día siguiente.
Al llegar a la mañana siguiente al taller después de una noche de sueño reparador creyó que lograría dar forma al pez. Tras un par de horas de trabajo el hermoso pez apareció en el cuadro. Estaba satisfecho de su obra. Al fin consiguió el cuadro que quería pintar. Ahora solo quedaba darle los colores. Lo dejaría para el próximo día.
Al día siguiente al llegar al taller notó algo extraño. Las pinturas estaban caídas en el suelo, los pinceles esparcidos aquí y allí y en el cuadro no estaba el pez. Lo habían borrado.

JOSÉ LUIS RUBIO

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