El espíritu me duele
El alma se me encoge de dolor
Las entrañas se me parten
Y me sangra el corazón
Ha muerto un niño ahogado
Otra víctima más sin sentido.
El estrecho que separa dos mundos
difíciles de conciliar, es otra vez testigo
de la muerte ignominiosa
de una criatura inocente
Ha salido de su hogar
con ilusión en la mirada
Su madre le sujeta la mano
y él no puede desconfiar
Niño mío, haremos un gran viaje
sobre las olas del mar.
Cuando arribemos a la orilla
será en un maravilloso y próspero lugar
Nos recibirán con sonrisas
sus gentes los brazos nos abrirán
No temas nada hijo mío
soy tu mamá y no te voy a fallar
Una luminosa mañana con otros muchos
embarcaron en un pequeño lanchón
La sorpresa fue muy grande
aquella barca tan frágil asemejaba
media nuez flotando sin control
al molesto y peligroso poniente.
Pero era lo que había
y la abordaron con decisión
Eran tantos y la yola tan pequeña
que sus humanidades se tocaban
Al pequeño, su madre abraza protectora
El líquido se va filtrando
Por la borda se introduce
A medida que el sol se ocultaba
la noche salada, amarga, helada, negra
Sombra densa, obscura, ni tan siquiera
una estrella el rumbo señala
Se desata un viento que gime amenazador
Cabalgan sobre embravecidas crestas
de pronto un soplo furioso
somete la fragilidad de la exigua nave
que como infantil juguete
en manos de torpe infante
entrega su preciada carga
a la mar tempestuosa
Tragados sin compasión
con voracidad pasmosa
Hombres, mujeres, nadie, nada
Y al calmarse la tormenta
la mar entrega a la arena
el cuerpo ahora sin vida del niño
que ni su madre pudo salvar de la muerte
Concha Gorostiza Dapena -Conil-
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