miércoles, 1 de julio de 2015

PERFIDIA


Según iba avanzando hacia su destino apareció un cuervo. ¡Al menos tendría compañía!
Desde pequeño le habían dicho: “tienes el corazón muy negro”. Él no fue consciente del alcance de aquellas palabras hasta años después.
Sólo por momentos era capaz de recordar pequeñas escenas que no tenían conexión: un sol radiante, un niño bajando de un automóvil, su hermano cayendo desde el campanario y él detrás, estático, sin hacer nada.
De repente sintió mucha sed, una sed despiadada como la intranquilidad de su alma y, como si de un milagro se tratara, recordó que odiaba en exceso a su hermano.

María José Mielgo Busturia -España-
Publicado en la revista Oriflama 26

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