miércoles, 29 de julio de 2015

PONTO MORTO


Había traído al castellano
desde el idioma portugués varios cientos
de poemas, hijos de muy distintos
bardos;
por eso me atreví con uno de los grandes:
Carlos Drummond
de Andrade y su audaz
y celebrado
“A Máquina do Mundo”;
pilar del Modernismo en este
Brasil
de mis desvelos.

“…se foi miudamente recompondo,
enquanto eu, avaliando o que perdera,
Seguia vagaroso, de mão pensas.”

Llegué al punto muerto,
ciertamente,
en la postrera estrofa, piedra angular
y cierre del poema.
Mas stricto sensu
la dificultad,
insalvable por entonces,
de mão pensas
premeditada falta de concordancia
estaba en las tres palabras
últimas.

“Y como mis pies palparan suavemente
una carretera de Minas, empedrada,
y en la aldaba de la tarde una campana ronca…”

Me animó el principio, lo confieso,
y creyéndome
capaz de traducirlo entero
continué cargado
de optimismo contagioso:

“…la máquina del mundo se entreabrió
para quien de romperla ya se arrepentía
y solo por haberlo imaginado lagrimaba.”

Presentía mi inmodestia
algún inconveniente
de los considerados menores.
Nada ni nadie iba a suponer obstáculo bastante
para que, mi fuerza expresiva, expresara
–raíz y tallo nutriéndose, armonía encadenada–
lo mucho que mi inteligencia compartía.

“Arrancó suntuosa y reservada,
sin emitir un sonido considerado impuro
ni un resplandor mayor que el soportable…”

Progresivos
sonido y movimiento, amanecían
martes y miércoles unidos,
jueves y viernes de la mano
y yo me las prometía
tan felices.

Ignorando aún
lo que ahora sé, mi conocimiento
borraba: Se abrió, para escribir
en su lugar: “Arrancó”:
palabra clave.

“…esa exégesis integral de la vida
ese vínculo inicial y único
que no llegas a interpretar pues tan arisco…”

Filosofía, metafísica, teosofía, naturalismo,
sociología, sicología: entiendo al hombre
en su conjunto y en las partes:
homo homini lupus; amor, primera fuerza
metafórica:
estoy bien preparado:
me dije: exégesis sin duda tiene ahí su hueco.
¿Sé adónde voy?: conozco el sendero.

“…y la gloria de los dioses y el imponente
sentimiento de muerte, que florece,
en el mástil de la existencia más gloriosa…”

Exultante estaba y convencido
de mis inestables reservas, ente yo
que se autoalimenta
alimentando la propia duda;
ya, viernes nueve,
poco antes
de las dos de la mañana,
desconociendo que en una noche de insomnio
posterior
el laberinto de mão pensas
pensando y repensando
iba a mostrarme su salida.

“…como olvidados credos requeridos
pronto y vibrantes no se dispusieran
a colorear de nuevo la cara neutra…”

Presto y fremente: pronto y vibrantes:
pluralizo porque preguntada Rê,
momentáneamente lisboeta, no
puede darme ayuda,
ni el diccionario Priberam siempre tan
atento a mis necesidades.
Recurro a Mario
también Andrade de apellido,
a sus cartas cruzadas con Carlos
y no está en ellas la salida.
A Ester Abreu voy, último recurso,
y en su respuesta rauda y contundente,
minucioso análisis de las palabras,
leo, acepto,
y resuelvo
motu proprio, escribir:
“olvidados credos requeridos”.

“…pasara a dirigir mi voluntad
que, ya de por sí inestable, se cerraba
semejante a esas flores indecisas...”

Descubría admirables el nexo literario,
el ritmo, la pasión,
la vehemencia sujetada; pero en la amanecida
me intrigaba más aún
el sentido exacto que el poeta
quiso dar a las indómitas palabras
“de mão pensas,” su concreción abstracta.

Me encontraba en punto muerto
esperando una resurrección imposible
o un entierro profiláctico, cuando
la primera luz de la alborada, en otra noche,
iluminó mi mente trasladándome,
infante, a mi pueblo;
época agitada del trazado
de esa breve carretera que va de Valdepero
a Valdeolmillos.

Allí el burrero y su reata de asnos,
serones repletos de rocas;
allí los pedreros, que
con sus martillos largos
machacaban peñas, alisando;
allí los peones con sus paladas de tierra,
allí la máquina aplanadora,
apisonadora por buen nombre:
férreo cilindro macizo la rueda delantera
destinada a compactar el suelo,
transformando
tierra y piedra sueltas
en calzada resistente.

Eso era, ahí estaba el quid.

Esclarecido y esclarecedor
me dispuse a retirar del engranaje el palo
en la traducción de "A Máguina do Mundo".

La acompasada voz silente de la cachazuda máquina,
vino a mí: atrás y adelante, adelante y atrás,
guiada por un operario experimentado,
sutil e inteligente,
que se hacía preguntas y respuestas,
y en los descansos muchos
bajaba a tierra para palpar con el pie el empedrado
o apoyaba, pensativo, en el timón
los brazos cruzados, las manos sobrepuestas,
observando los trajines de los demás oficios
desarrollados a sus pies.

Saturados de murmullos: “hálito, eco
o simple sacudida”, mis oídos internos.
Lleno yo de un vigor intuitivo
destinado a seguir vertiendo
al castellano
esas “verdades más altas que tantos
monumentos erigidos a la verdad;”:
las tres robustas palabras últimas del vibrante
poema
de Carlos Drummond de Andrade,
adopté la decisión de terminarlo así:

“…poco a poco se fue recomponiendo,
mientras yo, valorando lo perdido,
permanecía indolente, mano sobre mano.”

Pedro Sevylla de Juana -Palencia-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 61


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