Las nubes me miraron fijamente
al son de las culpables necedades,
la tumba que escondió las soledades
se torna cada vez menos inerte.
Cobíjame en los muros de tu mente,
enciérrame en la mar de tus verdades,
partamos nuestra vida en dos mitades,
la sal que nos libere de la muerte.
Opúsculos de amor y de palabras,
miradas tiernas rotas y olvidadas
por crímenes de luz y abracadabras.
La magia, el poder de las miradas,
el pan que hemos comido con las cabras,
la pena de las luchas derramadas.
Julio G. del Río -Valencia-
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