Arden siete gomas,
por hambre,
unas sobre otras,
y arden cajones,
cartones,
trapos viejos.
Sube el humo negro,
se desparrama,
adensa el aire,
como si fuera a llover,
tronar,
por hambre,
inundar todo.
Todo arde,
por hambre:
las miradas,
las espaldas, las manos.
Y sube un desierto
caliente,
por hambre,
por la ruta, la banquina.
Las voces, los gritos,
son relámpagos
entre el humo
más espeso.
"Los políticos", dice
una mujer robusta
con un niño
y sigue hablando,
gritando,
por hambre,
en el medio de la calle.
De Bocas baldías de Eduardo Dalter -Argentina-
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