viernes, 9 de noviembre de 2012

EL TERCER HOMBRE


Si nos quedamos con la segunda parte de la acepción de cínico de nuestra RAE, es decir, aquella que reza la defensa y la práctica de acciones de doctrinas vituperables, y la extrapolamos a la personalidad ficticia del apasionante personaje de Orson Welles en esta El Tercer Hombre, mejor película que novela, nos damos cuenta de que jamás se hizo un traje tan a medida.
Sobre la esencia misma de la pérdida de valores y principios que todo conflicto armado lleva consigo,
Carol Reed hace suya la novela de Graham Green y le da una vuelta de tuerca abrumadora con la inestimable colaboración de dos actores de los de verdad, no de los de ahora. Joseph Cotten y el ya
mencionado Orson Welles bordan sus papeles (no pierdas la oportunidad de ver la película en versión
original) hasta mimetizar las disfuncionalidades de sus personajes.
Pero si hay una escena que me deja siempre maravillado, un momento tan brillante que no hay palabras
suficientes para describir tal talento cinematográfico, es el momento de la noria, con Welles y Cotten, el
cinismo y la bonhombría en las alturas físicas y artísticas.
Desde allí Welles señala los puntitos que caminan e intentan hacer sus vidas e hilvana una idea abrumadora “si te pagaran 20.000 euros por cada uno de esos puntitos que dejaran de moverse…”.
¿Tú qué harías amigo lector? No me respondas ahora, hazlo después de ver la película y quedarte
extasiado ante esta escena. No dudo de que tu autodefensa ética, liderada por tu conciencia, te habrá
hecho removerte de la silla y apostar por ni tan siquiera pensar esta posibilidad, pero, ¿no la pensamos
porque no creemos en ella o porque no tenemos posibilidad de llevarla a cabo?
En definitiva, una escena que aporta al espectador todo lo que este puede esperar del cine, un momento
para remover conciencias y despertar la fibra menos sensible que todos llevamos dentro, esa misma que
nos lleva a añorar el cine de los años 40‐50, un cine hecho desde el talento y no desde la efervescencia
técnica.
Disfruta de El Tercer Hombre en su conjunto, porque es una gran película a todos los niveles, con
escenas de gran altura cada poco tiempo (tampoco te pierdas la primera aparición de Orson Welles con
una de las bandas sonoras más intrigantes de la historia del cine), y que te reconciliará con el amor que
un día sentiste por este arte.

Rubén Sancho
Publicado en la revista LetrasTRL 52

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