sábado, 3 de noviembre de 2012

CHENOA


Mi mejor amigo me acaba de ver sentado en el escalón de una entidad bancaria,
con mi gorra de los niuyoknaik tirada en el suelo.
La gorra está salpicada de algunas monedas que he puesto yo con intención.

Delante de mí,
unos carteles:
para porros,
para guiski,
para Chenoa.

Guille, gracias por el café,
le grité para despertarlo.
El malnacido sale de trabajar como adormilado después de todo el día en la oficina enganchado al internet.

Qué bien vive.
No me contesta.
Gracias por el café, le grito de nuevo.
Fueron cuatro vinos y no un café,
me grita él a mí.
No se por qué nos gritamos si estamos a menos de tres metros de distancia.
He empezado a gritar yo, dice él,
yo a veces me hago un lío.

Esta mañana,
mientras le contaba que estoy en el centro de transeúntes con la parienta,
me invitó a cuatro o cinco vinos.

No le dije quién era la parienta.

Mi parienta es Chenoa pero no se lo digo,
no se lo digo a nadie,
son todos unos envidiosos.

Mientras me gritaba amablemente
con mi amigo Guille,
he pintado toda la acera con carmín rosa.
Escribí en mayúsculas
y con faltas de ortografía,
"CHENOA",
al lado de un corazón y mis iniciales.

Iba a escribir,
sin faltas de ortografía,
mi número de móvil pero no tengo,
se lo comió un perro,
o tal vez un cocodrilo,
o un ñu,
no me acuerdo.

La gente por las calles y avenidas de España,
se pregunta que quién es el enamorado de Chenoa,
que quién es ese que vivía cuatro calles más allá y la pasea con su yate por las orillas.

En cuanto me vean los cuatro o cinco amigos que me quedan,
recojo mi gorra de los niuyornaik,
tiro las monedas por la alcantarilla y me largo al centro de transeúntes.

Cuando reúna dinero suficiente iré a Mallorca a por a Chenoa,
mientras,
busco a quién me invite más vino,
pero no le diré que Chenoa es mi parienta,
mi novia.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

No hay comentarios:

Publicar un comentario