martes, 25 de septiembre de 2012

POEMA DE UN AMOR LARGO


No escuché nada
Porque ellos hablaban al mismo tiempo

Las hojas empujadas por la humareda
Arrastradas por la borrasca se quebraban
en las ventanas abiertas por el perseguidor
o por el fugitivo que escapó de la saliva uniformada.

Tenía fin
el agua de manzanilla en la taza sitiada
y los niños lanzaron las varillas de los neumáticos
a las barricadas.

Hubo que elegir entre alas
y ese soplo que es la palabra
No había espacio Nada Sólo ser nombrados
por aviones que cortaban las nubes
y con el tiempo
al pie condenado a buscar el cuerpo
o a perdernos del tronco entre tantos Chile.

No escuchamos y ellos tampoco

Un poco más arriba
algunos se declararon diferentes contrarios
y dejaron que les timbraran la resignación al olvido.
Abandonarían las fechas de los periódicos
y las fotos que colgamos en los parques del mundo.

Cuando dijiste casa
cada vez que cerraban una carta
cada vez que miraban los titulares
cada vez que se sentaban al noticiario
cada vez que descolgaron el teléfono
cada vez que teclearon en conection
optaron por intentar penetrar sus lenguas
por debajo de los portones de los siempre bunkers.

Amargos huemules
en las curvas de sus hombros
dejaron pintarse
el galardón de la etapa que no existieron.

Los aviones atravesaban los pechos
y tú también. OH Chile
más de dos tipos de mirada acechaban.
El silencio y el secreto
mordían la cola de los colaboradores
Se escondían en el barrio En nuestras casas
En los trabajos y en los errores de las arpilleras.

Así familiarizaron en la enredadera
Desmigaron la carne de la loica
Compraron al imitador del vuelo
y soplaron la Flauta de Buenos Antes.

Así cayó el miedo a la jaula vacía
y encerraron la poesía en campanarios.

En esos días de sótanos y descompañeros
palpamos la brújula del horario
y reconocimos que no supimos leer saltos ajenos.

El viento era la palabra para el que no tenía nada.

Tus ciudades nos hablaban
para que llenáramos salas
o cuando comprábamos estampillas.

No sé cuantas aves existen pero eso no vuela.

Tú esperabas y ellos actuaban
como si nuestra poesía no supiera escribir harina.
Hubo que aprender a decir pan.

Escucha porque deseo contarte lo que es el silencio
Tú sabes que es justicia porque lo recuerda la calle

Nosotros íbamos al monte a escribir cordillera
Comparábamos la uva con la distancia
Cantábamos buscando la historia del aire ancestral.

Dije que ese chiflón era la palabra que no nos pertenecía.

En el invernadero
declaramos que te queríamos
como amamos el olor a isla que nos identifica
y la rosa en el tallo.
Porque estamos rodeados de silencio
hubo que hacer la diferencia entre progreso
columnas hileras filas líneas cuerdas correas
cadenas y caravanas.

Existió la muerte y el cortar vidas a tijeretazos.

De un secreto a otro acuerdo
Así te transformaron los que quemaron libros
y los que incendiaron nuestras postales
para encerrarnos en formularios.

En la humedad
los copihues eran oscuras estampas
y sabemos que pasó.

Existe una guerra entre países Chile que existen.

El silencio fue de paseo a la vena del encendedor
y al apagón de la facha del espantapájaros.

Hoy envío el fin del nuestro en verso
para que lo enfrentes a los tuyos.
Porque tejimos un abrigo con el frío
y un par de zapatos con viejos temblores.

Tú condenándome a repetir y yo repitiéndote.

Cuando las puertas no se abren
Las vigas crujen El colibrí zigzaguea
y besa los pétalos de otro desierto.

Los mapas son redondas proclamas
El fuego lengüetea en sus banderas
Los funcionarios presentan traducciones
El larga vistas se empaña
y en el ojo se diversifica el dolor.

Nos enteramos que existe el idioma de los lagartijas
y que pretenden terminar con los crines de caballo.

Pareciera que el corazón del viento no es repartir la palabra
y que el centro del caracol es trampa para cangrejos en flor.

Donde estamos resistimos contra la desinformación
y las Páginas Internacionales.

Aquí supimos que los derechos humanos se volvieron loco
y que los presos políticos recibieron la visita de la araña.

Algo les recuerda regar las flores
Algo los empuja a cortar los barrotes
Algo les enseña evitar la fina tela
que aún espejea el color de la sangre.


Alfredo Lavergne Valparaíso, Chile - 1951
Publicado en la revista Isla Negra 322



No hay comentarios:

Publicar un comentario