Ardiente, su sensual naturaleza
en la sangre de Febo se concibe.
Se prodiga fecundo. Lo recibe
la vida, que atesora su riqueza.
Mas, si la llama crece, en su fiereza
todo se amustia… ¡nada sobrevive!
Voraz depredador, el fuego vive
del seno que le otorga su flaqueza.
Igual que al aire, lo gestó el arcano.
Jamás pudo soltarse de su mano
que inconstante lo extingue o lo incentiva.
Sólo una chispa bastará en la yesca
para que el fuego se propague y crezca:
Hereje o sacro… ¡Su fulgor cautiva!
Eva Falótico Gandolfi De su libro “Condición de Pájaro”, (poesía)
Publicado en la revista Carta Lírica 17
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